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miércoles, 27 de julio de 2016

Añicos de Verano

Añicos de Verano

¡Ah, Los días de invierno, blancos y verdosos!
Aquellos días tomé por vez primera tus agotadas  palmas
y las arrancaste de mi piel espesa
y no volviste a disponer  mi carne.
¿Qué sería de mí si nunca hubiera escrito en las paredes?
¿Qué, dime qué sin volverte parte del verano?
¡Aún habita en mí el primer verso que arañó los muros!
¡Aún te veo deslizar tu azul vestido
y tus lechosas piernas clavadas a la vista de cadáveres hambrientos .
Me incluyo yo poeta de los cuervos verdes
observé tu caminar por días y esperé
paciente hasta arrancar mi vida de tus ojos,
y grité al cielo, mientras gente vomitaba con hedor desquiciado:
¡oh cuervo arráncame los ojos!
¡oh cuervo besa ya mi alma!
¡Qué coño sería de mí si nunca hubiera amado o devorado tus labios!
Ambas cosas corresponden  a mi amor corrupto,
ambas cosas son mi sangre y mi arrancar el alma.
Fiebre y sudor se aparean y mi cuerpo muere:
¡Qué coño sería de mí si nunca hubiera visto tu desnudo cuerpo!
La felicidad existe o al menos un pedazo de ella se desprende de la criba.
Besaré tus pechos hasta encontrar la soledad de la que tanto hablas,
y la morderé hasta estar contigo y sientas lo que yo he sentido,
y veas lo que yo he visto.
Porque en ti beldad verdosa  he visto todo menos escarnio.
Retamas y esparcetas en el hilo de tu sexo.
Y un país de flores;
en mi piel  fragancias templos y embelesos
acarician hasta hacer tu nombre
un clavo en la garganta.
Mi pecho arde, ¡cuánto gozo!
Lo he visto todo en ti amor mío y es por eso que  trastabilleo.
Mi execrable erial merece todo menos el sepulto.
Yo no puedo ser rosales
pero escribiré en paredes, calles y ventanas
en el sol aunque termitas formen oquedades en mi pecho
y en el polvo cuando estés dormida.
Libaciones en montículos de nieve,
cada pedazo se convierte en carta
y cada lágrima quema y derrama
tintas hasta ser de leche.
Estaciones de otoño invierno,
jamás verano,
nunca verano.
Estaciones de otoño invierno,
Adheridos al vagón pero nunca nada,
solo un vagón  y el borde de las vías.
No olvides mujer, amante, hermana,
que yo vi en ti un pedazo de abigarro
y éste socavó mi cuerpo.
Todo, mariposa,
Todo abeja
Todo lobo.
Dulce verde vista,
sonido crispado.
El deslinde se hizo añicos,
cuidaré de ti, pedazo mío,
aunque pierda en ello la esperanza
de volverme juncia.
Cuidaré de ti, pedazo mío
y serás de mí una nueva fragancia.
¡Qué sería de mí si nunca hubieras manchado mi poesía!
¡Qué sería de mí sin la primavera!
Porque soy de ti un alumno infame,
cubriré tu cuerpo en las hojas
hasta ver sus pieles amarillas,
aguijones que desgarran mis manos
y palidecen en  tus piernas
He visto, oh mujer en ti, una última sonrisa.
Y mi alma hacerse añicos
y en tus palmas
mis versos  como  gusanos sangrantes.

Miguel V. González

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