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martes, 6 de septiembre de 2016

Rincón

Rincón

Aún exhibo el cuadro que olvidaste
en el único rincón iluminado de casa.
Y aún lo exhibo porque el amor de esos 
dos imitadores crea un pequeño atardecer
en el vacío de los vicios.

Puedo ver: toman sus manos,
no existen pausas para limpiar 
de la muñeca el excremento del otro.
Te empeñaste tanto en esconder la sangre,
que manchaste
con la misma ponzoña
la piel
de las paredes mordidas.
¡Y cómo  gozan las termitas!

Te empeñaste tanto en fragmentar la sangre
que incluso los desnudos
 
sonríen y los colores opacos son circos de nostalgias de cajón.
¡Pero cómo gozan las termitas!

No hay perros colgando a la sombra 
del tronco.
No hay lágrimas ni gestos
de vómito.

Lo que hay, lo único que existe,
son mis parejas de viernes
que agradecen con sonrisas falsas
al ver el único rincón

iluminado de casa.
Ellas mismas suelen ser termitas
al morder mi pecho y no encontrar nada.
Al morder mis huesos y no matar la nada.
Al morder el cuadro y no arrancarme nada.

¡Qué gran mentira habita en los rincones!
¡Qué gran mentira es la luz solar!
¡Qué gran mentira son los viernes!

Y yo que aún exhibo el cuadro me esmero 
en no tirar tu venganza, o tú recuerdo,
¿Qué se yo de los corazones pintados?
¿Qué se yo de las termitas?
Aún exhibo el cuadro como único recuerdo
de los días de primavera que olvidaste.

-Miguel V. González