Rincón
Aún exhibo el cuadro que olvidaste
en el único rincón iluminado de casa.
Y aún lo exhibo porque el amor de esos
dos imitadores crea un pequeño atardecer
en el vacío de los
vicios.
Puedo ver: toman sus manos,
no existen pausas para limpiar
de la muñeca el excremento del otro.
Te empeñaste tanto en esconder la sangre,
que manchaste con la misma ponzoña
la piel de las paredes mordidas.
¡Y cómo gozan las
termitas!
Te empeñaste tanto en fragmentar la sangre
que incluso los desnudos
sonríen y los colores opacos son circos de nostalgias de cajón.
¡Pero cómo gozan las termitas!
No hay perros colgando a la sombra
del tronco.
No hay lágrimas ni gestos
de vómito.
Lo que hay, lo único que existe,
son mis parejas de viernes
que agradecen con sonrisas falsas
al ver el único rincón
iluminado de casa.
Ellas mismas suelen ser termitas
al morder mi pecho y no encontrar nada.
al morder mi pecho y no encontrar nada.
Al morder mis huesos y no matar la nada.
Al morder el cuadro y no arrancarme nada.
¡Qué gran mentira habita en los rincones!
¡Qué gran mentira es la luz solar!
¡Qué gran mentira son los viernes!
Y yo que aún exhibo el cuadro me esmero
en no tirar tu venganza, o tú recuerdo,
¿Qué se yo de los corazones pintados?
¿Qué se yo de las termitas?
¿Qué se yo de las termitas?
Aún exhibo el cuadro
como único recuerdo
de los días de
primavera que olvidaste.
-Miguel V. González
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